FASES Y ÁMBITOS DE INTERVENCIÓN
Consideraciones previas:
1. Prevención de la violencia y los conflictos en la escuela exigen un planteamiento que en muchos casos desborda la intervención en los centros. También son muy importantes las relaciones interpersonales en los centros docentes, así como el compromiso de la sociedad por la educación de sus jóvenes que debe incidir en todos los contextos formales y no formales en los que las personas nos desarrollamos.
2. Se exponen las posibles medias en una lógica que va de lo más general a lo más particular (el centro, el aula y las personas).
Toma de conciencia de la situación de la convivencia en el centro
Rimero debemos hacer un diagnóstico de la situación del centro y después revisar las concepciones de las familias, los docentes y los estudiantes acerca de la convivencia y los conflictos.
Hay numerosos instrumentos que permiten hacer una radiografía rápida del clima escolar y de los tipos de conflictos que se consideran más frecuentes, como los cuestionarios o los grupos de discusión.
Esta valoración debe incluir también, el análisis de los factores fundamentales que influyen en el clima del centro, como la participación, la comunicación, la calidad de las relaciones, las normas, la cultura o las expectativas. En cuento a los conflictos, debemos valorar el nivel de incidencia, las causas y las medidas que se considera que deberían ponerse en marcha.
La finalidad de este diagnóstico, no es solo dimensionar los problemas si no ayudar a la toma de conciencia de que existen y discutir entre todos, su naturaleza y sus raíces.
Como señalan Fernández, Villaoslada y Funes “Si cambiamos la perspectiva del conflicto, otorgándole una dimensión, podemos darle una orientación constructiva y convertirlo en una oportunidad de aprendizaje.
Es preciso también superar la tendencia a identificar las causas de los conflictos en los factores externos al centro, prestando atención a aquellos que están bajo nuestro control.
Actuaciones en conjunto del centro
El objetivo fundamental es conseguir una cultura y un clima de centro en el que las relaciones interpersonales contribuyan al desarrollo social y moral de todos. Una cultura caracterizada por una alta cohesión y un fuerte control social.
Para ello debemos valorar la diversidad, enseñar a los alumnos a concebir lo distinto como una riqueza que debe respetarse y aprovecharse.
Otro aspecto importante, es el currriculum, que debe dar importancia a las capacidades emocionales, de relación interpersonal y sistemáticamente la enseñanza de los valores como se hace con los restantes contenidos de aprendizaje.
Otro de los pilares e s la elaboración de un marco claro y compartido de normas que regulen las relaciones interpersonales y los comportamientos de alumnos y profesores, estos reglamentos deben ser elaborados con la participación de los alumnos, partiendo de sus necesidades sin entender las sanciones con una finalidad punitiva sino reparadora y educativa.
Es necesario, planificar estrategias de prevención y resolución de conflictos, como los sistemas de vigilancia de los recreos o las salidas, pero sobre todo actuaciones más estructurada como los sistemas de mediación y de ayuda entre iguales.
La mediación, exige organización, que a su vez requiere una formación específica. Supone seguir una serie de pasos en el proceso y ubicar el equipo de mediación dentro del organigrama del centro prestándole el apoyo institucional adecuado. Para esto uno de los mejores programas son los sistemas de ayuda entre iguales.
La meta de todas las medidas que puedan darse de intervención dirigidas al centro como institución podrían resumirse en conseguir que todos compartan los mismos principios de actuación. La contradicción y la arbitrariedad hacen muy difícil educar a los alumnos en un modelo positivo de relaciones interpersonales.
Actuaciones en el aula
Los resultados de investigaciones revelan que el aula es el contexto más eficaz de intervención. Por ello es fundamental dirigir la intervención al grupo. Las agresiones u conductas antisociales son fenómenos de grupo. El aula va ganando importancia con la edad como lugar donde más conductas del maltrato surgen.
A lo largo de la escolarización los alumnos irán adquiriendo una progresiva autonomía moral. Pero para que esto se dé, se necesita que el docente esté convencido de la importancia de esta dimensión formativa de la enseñanza y cuenta con momentos para trabajar las relaciones en el grupo.
Así el grupo llegará a desarrollar la empatía emocional y pueda conmoverse con lo que pude sucederle a cualquier compañero o compañera. Debemos también que los alumnos no suelen contar sus problemas, por lo que debemos enseñarles a pedir ayuda, a superar el miedo a ser clarificados de chivatos o incluso a convertirse ellos mismos en víctimas, so n algunas de las prioridades de este trabajo con el grupo.
Por todo esto la actitud del docente es un pieza clave, el profesor debe valorar atentamente las consecuencias de su comportamiento.
También la organización del aula constituye otra de las herramientas clásicas e la mejora de la convivencia. Las estructuras cooperativas, favorecen las relaciones positivas y las habilidades prosociales.
En conclusión, como proponen Torrego y Moreno, “revisar y mejorar las estrategias docentes de gestión del aula: la interacción verbal y no verbal, el discurso docente y el estilo motivacional…”
Las medidas que se han señalado son de carácter general, tienen por tanto que adaptarse a las circunstancias específicas que en cada caso se den.
Actuaciones con la familia y el entorno
La coherencia entre escuela y familia es un factor básico de la calidad de la enseñanza y en el caso de la convivencia cobra especial importancia, sobre todo para compartir los criterios en ambos contextos y mantener una fluida información que permita comprender mejor a los alumnos y planificar actuaciones conjuntas. Y en esta situación el papel del tutor es una pieza clave.
Es importante, tanto para los docentes como para las familias, la formación, y así las familias deben colaborar en todas las iniciativas que se les permitan.
Por lo que se refiere a los recursos del entorno, la intervención debe focalizarse: en aprovechar y coordinar todas las actividades posibles y utilizar todos los servicios socioeducativos tanto privados como públicos.
Es importante, también, ajustar el cambio y las experiencias de los docentes y demás implicados para no generar angustia o frustración. Cada centro deberá analizar cuáles son las medias que considera más importantes y viables dadas sus circunstancias.
La evaluación de la intervención
Intervenir sin evaluar es como enseñar si comprobar que los alumnos han aprendido. Sin embargo, a pesar de la aparente obviedad de la necesidad de la evaluación, la realidad muestra que hay poco tradición de incluir este imprescindible paso en las innovaciones educativas.
Como una breve reflexión, sobre los diferentes estudios, señalamos:
1. Los indicadores de la evaluación no deberían limitarse a los cambios en la incidencia de los conflictos sino que tendrían que analizar también el clima del centro y el nivel de desarrollo social y moral de los alumnos. Habría que valorar el nivel de satisfacción que las medidas de intervención tienen para familias, estudiante y personal no docente.
2. La evaluación debe dotarse de indicadores que remitan a cambios reales en la dinámica del centro y los comportamientos de los profesores y de los alumnos.
3. Las evaluaciones deberían abarcar periodos largos de tiempo ya que los procesos que se están estudiando no se modifican a corto plazo.
4. El objetivo se presta más a un estudio de la evolución del centro con respecto a su situación anterior que a diseños comparativos
5. La información obtenida debe ir nutriendo constantemente las iniciativas de mejora del centro.